Nanowrimo como objectivo

Nanowrimo como objectivo

Nanowrimo como objectivo

—¿Sabes lo que es NaNoWriMo? —le preguntó mientras caminaban al supermercado.

El sol iluminaba la calle por la que andaban rumbo al supermercado. Pocas nubes lo ocultaban aquella mañana de sábado. Era un sol que no calentaba. Un sol que solo estaba allí, dando luz y haciendo que los colores de todos las cosas fueran más vivas. Quizá ver aquellos colores por la ventana hicieron sugerir a Lina que salieran a caminar; la hicieron sugerir que fueran a desayunar afuera, en aquel café donde se sentaban a ver el parque que los enfrentaba mientras les preparaban huevos fritos, tocino, aguacate y un capuchino que Edo calificaba de inigualable. Allí, en aquel café, desayunaron despacio. Luego caminaron a través del parque, también despacio, también viendo alrededor los tonos de verde e intercambiando tonos de palabras sin importancia.

—He escuchado algo —contestó Edo.

—Quiero participar.

Después del parque fue una calle estrecha donde pequeñas tiendas estaban apenas abriendo. Aquella calle los envió a una calle más grande, una calle más familiar que los llevaría finalmente al supermercado. Allí fue donde Lina preguntó. Allí fue donde Lina le explicó que NaNoWriMo no era un concurso en sí. Era un reto. Un reto que ella quería ponerse a sí misma para escribir la novela que estaba pensando escribir. Un reto que necesitaba para empujarse a hacerlo. El objetivo de aquel reto era escribir 50000 palabras durante el mes de Noviembre. Ese era prácticamente el único objetivo.

—No parece mucho, ¿cierto? —Se detuvo antes de entrar al supermercado—. Es una noveleta. —Continuó—. Y no hay necesidad de llegar a noviembre con las manos vacías. —Cruzó la puerta.

Lina le explicó que se podía planear la novela antes de noviembre y, por supuesto, se podía mejorar la novela después de noviembre. Eso era lo que ella tenía pensado hacer. Planear la novela durante todo octubre, escribir la novela durante noviembre y editarla en diciembre.

—…o quizá enero.

Dejó las zanahorias en el carrito y siguió avanzando por la sección de verduras. Parecía pensar mientras veía los productos organizados en estantes con nombre y precio.

—¿Qué te parece?

—Me parece buena idea —contestó Edo.

Y la verdad le parecía buena idea. Trató de olvidar la sensación que sentía cuando hablaban de la novela de Lina para pensar más en su escritura. Tener una meta determinada, en un tiempo determinado, parecía la solución que necesitaba para volver a escribir. Debería intentarlo, así fuera sin subscribirse a NaNoWriMo.

—Tu también deberías intentarlo —mencionó Lina.

Y la sensación de incomodidad regresó a Edo. Dejó de pensar en NaNoWriMo y su escritura y comenzó a pensar en por qué se sentía así sobre la novela de Lina. Él la amaba y quería que le fuera bien después de todo. ¿Estaba acaso esperando respeto de ella? Quizá no era respeto, pero esa admiración que parecía tenerle cuando se conocieron. En aquella época, Músico quise ser apenas había sido publicada. Lina no la había editado, pero un compañero de ella lo había echo. Gracias a esa novela se habían conocido y, Edo sentía, ella lo amaba como escritor.

Pero Edo ya no era un escritor. Ya apenas si escribía. Lina era la que se estaba convirtiendo en escritora. Y lo haría bien, pensó Edo mientras se dirigían a la caja registradora. Ella lo haría bien porque era persistente y organizada. NaNoWriMo le ayudaría a enfocar esas dos cualidades en un espacio de tiempo determinado y le permitirían escribir su novela. Por eso él también debería hacerlo: quizá él no era tan organizado como ella; quizá últimamente él no era tan persistente como ella, pero él tenía la experiencia como escritor. Él ya había escrito una novela que había sido bien recibida. NaNoWriMo le podría dar ese empuje que necesitaba para persistir en una idea.

De regreso a casa tomaron otro camino: una calle grande que mostraba a lado y lado anuncios de restaurantes, tiendas de ropa, droguerías y una tienda de celulares. Edo cargaba dos bolsas, Lina cargaba dos bolsas, los dos caminaban en silencio. Era de todas maneras difícil hablar: los carros pitaban, la música salía de los restaurantes, los peatones hablaban a gritos.

—Debimos haber regresado por el parque.

Edo no la escuchó. Aun pensaba en NaNoWriMo. Ponerse ese reto significaba obligarse a escribir y eso era lo que necesitaba. Necesitaba escribir y escribir y escribir. A la final, Edo pensaba que eso era lo más importante: mantener el ejercicio de la escritura. Quizá no necesitaba esperar hasta noviembre. Quizá solo necesitaba ponerse el reto de escribir cierta cantidad de palabras en un mes, este mes que comenzaban. Quizá 50000 palabras era un buen objetivo.

Las luces peatonales los detuvieron y detuvieron un poco los pensamientos de Edo. Estaba excitado por la idea de escribir y estaba decidido a apoyar a Lina en su deseo de escribir una novela.

—Yo también voy a participar

Las luces cambiaron y ellos cruzaron la calle. Ahora entrarían en una calle más tranquila, escaparían del ruido y llegarían pronto a donde querían llegar.