Edo trabajaba en un pequeño cubículo cuadrado ubicado en la parte superior derecha de un gran salón que había sido alguna vez un comedor en una casa colonial. Su cubículo tenía lo esencial: un escritorio con unos cajones, una gran pantalla, un computador portátil conectado a una base de expansión y unos cuantos lápices y papeles. A su lado, no muy cerca, no muy lejos, había otros cubículos rodeándolo. Edo había trabajado allí desde que se graduó en literatura en la Universidad Central. El trabajo no era malo: tenía que organizar algunos eventos, algunos estudios y escribir reportes sobre aquellas cosas que organizaba. No era muy pesado. Había algunas épocas en que estaba ocupado, pero generalmente tenía bastante tiempo. Quizá por eso estaba allí, sentado frente al computador, buscando cursos de escritura creativa.
Con todo lo que habían hablado con Lina sobre cómo escribir novelas, se le había despertado la curiosidad de explorar lo que ya existía sobre el tema. Casi instantáneamente pensó en un programa de escritura creativa. Siempre tuvo curiosidad y siempre quiso cursar un programa de esos. Pero nunca lo había hecho. Sus estudios en literatura habían sido más sobre teoría que sobre práctica. A Edo le había gustado, pero él quería escribir ficción y no estaba seguro como el formalismo ruso o el estructuralismo francés podrían ayudarle. No era mala idea explorar aquello de nuevo. El formalismo le había llamado bastante la atención; quizá podría girar la perspectiva y usar aquellos estudios como métodos. ¿No habían hecho acaso lo mismo con la poética de Aristóteles? ¿Por qué no hacerlo entonces con los formalistas?
Todas aquellas ideas habían pasado por la cabeza de Edo mientras caminaba al bus, cogía el bus, se sentaba en el bus por media hora, se bajaba del bus y caminaba hasta la casa colonial que alojaba el Centro Cultural Central. Se sentó frente a su computador y en vez de buscar sobre el formalismo ruso, buscó sobre escritura creativa. Google le mostró varios cursos, pero el que más le llamó la atención era una maestría en escritura creativa que ofrecía la Universidad de Oxford. Edo se concentró en aquella maestría. Revisó el currículum y descargó un panfleto que había con todo el material que necesitaba para conocer qué contenía el curso, quién lo dictaba, etc. Soñó por breves minutos sobre aplicar. Pero volvió a la realidad pronto: la maestría era en inglés y Edo no estaba interesado en escribir en inglés. Lo que sí podría hacer era tomar cursos basados en esta maestría. Seguro había cursos individuales que cubrían parte de las áreas que la maestría cubría. También habría libros y artículos y otros materiales que podría consumir y acomodar al español. Esta vez su sueño era más real y más cercano a lo que él quería. Así que regresó al panfleto y leyó la estructura del curso.
El primer año era de exploración de varios géneros: prosa, poesía drama. Todo con un enfoque en crítica y práctica. Tenía sentido: para ser un buen escritor había que ser un buen lector. Era algo que siempre había creído. Sus estudios en teoría literaria le servirían aquí. Edo cogió uno de los papeles que estaban sobre su escritorio y escribió: “crear una lista de lecturas sobre el canon literario y otra sobre teoría y crítica literaria”.
El cuadro que el panfleto tenía era bastante informativo. Estaba dividido en ocho periodos. Cada periodo estaba dividido en días y cada día tenía un taller de escritura, un seminario de lectura crítica y otros eventos que Edo considero inútiles. Dejó de leer un segundo, levantó la mirada y la fijó sin mirarla en la puerta de madera que daba entrada al salón. No vio el color laca que había sido cambiado cuando restauraron la casa para convertirla en centro cultural, tampoco vio los adornos tallados ni la gran chapa de hierro, solo vio sus ideas organizándose en un espacio indefinible. Tres géneros, dos ángulos y un tiempo que por algún motivo quería definir. Finalmente organizó su currículum en géneros. No mezclaría los tres géneros en cada etapa, sino que concentraría cada genero en una etapa: primero uno de prosa, luego uno de poesía, después uno de drama y finalmente la especialización en novela. Cada etapa tendría un ejercicio de escritura, una serie de lecturas y la escritura de un ensayo crítico. Para el ejercicio de escritura y el ensayo crítico, decidió seguir los números dados en el panfleto: 2500 palabras para cada uno. Sonrió para si y escribió en el papel que tenía ya la lista de cosas por hacer:
- primera parte: prosa (ejercicio de escritura y ensayo crítico de 2500 palabras)
- segunda parte: poesía (ejercicio de escritura y ensayo crítico de 2500 palabras)
- tercera parte: drama (ejercicio de escritura y ensayo crítico de 2500 palabras)
- Especialización en novela (ejercicio de escritura de 50000 palabras y ensayo crítico de 2500)
Ahora, pensó, cómo haría para estudiar cada parte. Podría buscar libros sobre prosa, poesía y drama. Ya tenía la tarea de hacer la lista. Pero en aquel instante buscaría cursos en línea. Buscó en español y no encontró nada que le llamara la atención. Así que decidió buscar en inglés. Tres cursos de Coursera le llamaron la atención:
Y en edx encontró:
Vio algunos otros cursos sobre lectura crítica, pero otra vez el idioma lo detuvo. Edo quería utilizar material en español, material de literatura hispanoamericana. Pero lo que encontraba era de literatura en inglés. Quizá podía ver algunos de esos cursos y basarse en ellos para crear su propio curso. Pero para la crítica quizá los libros eran una mejor opción.
Copió los resultados en una hoja. Pensó pasarlos al computador pero decidió solo tomarle una foto. Le envió la foto a Lina y regresó al computador: tenía que terminar un informa antes de regresar a casa.