No pudo contener la rabia al entrar en la habitación. Ella estaba sentada frente al portátil, su portátil, leyendo, quizá leyendo su novela. Tres pasos rápidos lo llevaron hasta el pequeño escritorio donde escribía todas las mañanas y con un gesto brusco giró el portátil para ver lo que ella estaba leyendo. Sí, estaba en lo correcto, Lina estaba leyendo la novela en la cual había estado trabajando por los últimos dos meses.
—¿Quién te dijo que podías leer eso?.
La mujer lo miró entre sorprendida y asustada.
—El computador estaba abierto —dijo con una voz aún quebrada.
—¡No me gusta que nadie lea mis escritos! —exclamó de nuevo—. Menos aún cuando están sin terminar.
Ella no respondió. Vio los ojos encendidos que al principio la habían asustado y, con calma, se levantó de la silla, le dio la espalda y caminó hasta la puerta. En la puerta se detuvo y, sin girar a mirarlo, le dijo tranquilamente:
—Pues deberías hacerlo. Todos los diálogos están mal.
La puerta se cerró. A Edo aún le desconcertaba la forma como Lina podía mantener el control. A veces lo enfurecía; a veces lo hacía sentir culpable. Pensó en seguirla y pedirle disculpas, pero le preocupaba más lo que había dicho y, por ello, se sentó en la silla que ella había estado ocupando hasta hace pocos instantes. Miró el documento que aún estaba abierto en su portátil y estudió con calma los diálogos. ¿Qué quería decir ella con que los diálogos estaban mal? Se leían bien, pensó Edo. Él era bastante autocrítico y había revisado esos diálogos tres veces. ¿O cuatro? Edo levantó el rostro y fijó la mirada en la pequeña librería que lo enfrentaba. Pasó por la tapa de algunas de las novelas que yacían en los estantes. Podría levantarse y revisarlas. Pero eso ya lo había hecho. Era mejor levantarse e ir hasta el cuarto a pedirle disculpas a Lina. Lo pensó un poco: algo en su mente le decía que no fuera, que no le pidiera disculpas. Pero tarde o temprano lo haría. Siempre lo hacía. Edo cerró el computador y cogiéndolo en su mano izquierda se levantó.
Encontró a Lina en la cocina: estaba preparando café y tostadas. Edo pidió disculpas apenas entró a la habitación y se sentó en la pequeña mesa cuadrada donde yacía un libro abierto, con la portada hacia arriba y las páginas más bien amarillentas, sobre un mantel individual que habían puesto hace muy poco. Lina no giró cuando dijo que no importaba, pero Edo sabía que importaba y pidió disculpas de nuevo. Dejó el computador, abierto, en diagonal al libro y se levantó para acercarse a Lina.
—En verdad lo siento —dijo—. Sabes que no me gusta que la gente lea mis borradores.
—Si, lo sé. —Sirvió el café y agarrando el pocillo y el plato caminó hasta la mesa—. Pero ahora quieres que te diga por qué están mal los diálogos.
Edo la siguió y se sentó una vez ella se había acomodado.
—Los he revisado bastante y me parece que suenan bien.
—Si. Los diálogos en sí suenan bien. Pero el formato es totalmente erróneo.
—¿Cómo así?
Lina mordió la tostada y tomó un sorbo de café antes de responder.
—Primero: estás usando listas en vez de la raya.
Edo miró la pantalla y revisó el primer diálogo que vio.
—Cada vez que escribo un guion, el procesador de texto lo convierte en una lista. Así que me pareció fácil escribirlo así.
—Tal vez se vea más fácil pero al imprimirlo en diferentes formatos se va a ver mal —respondió Lina—. Primero que todo, no debes usar el guion, debes usar la raya. La raya es más larga que el guion. Segundo, no debes dejar un espacio entre la raya y la primera letra del diálogo. Así, el procesador no va a crear listas.
Edo intentó. Oprimió una tecla para abrir una nueva línea y comenzó a buscar la raya en el computador.
—¿Dónde está la raya?
—La verdad no sé. Lo que yo hago es escribir dos guiones y al finalizar un texto los reemplazo todos. La raya la busco en el mapa de caracteres.
—Listo —repuso Edo al corregir el primer diálogo—. ¿Eso era todo?
—Desafortunadamente no. —Lina lo miró y volvió a morder la tostada.
—¿Qué más?
Lina parecía no tener afán. Tomo café y miró a Edo, quien la miraba fijamente esperando una respuesta. La taza de café bajó y Lina miró el cielo raso tratando de encontrar las palabras para explicar lo que tenía que decir.
—¿Cómo explicarlo? —repuso—. Si después del diálogo, el comentario del narrador tiene un verbo de habla, este comentario inicia con minúscula. De otra forma, se puede iniciar con mayúscula.
—Entiendo. —Edo oprimió teclas rápidamente y, al terminar, giró la pantalla para que Lina pudiera verla—. ¿Así?
—Sí, exacto —contestó Lina—. No creo que deba añadir que las rayas abren y cierran los comentarios del narrador, ¿cierto?. Por supuesto, si después del comentario el personaje no continúa, no hay necesidad de cerrarlo con una raya.
Como respuesta, Edo la miró con ojos confundidos que trataban de asimilar lo que ella había acabado de decir.
—Quizá es más fácil entenderlo si lo leemos directamente del diccionario de dudas.
Lina se levantó y salió de la habitación. Sus pasos se escucharon en el cuarto contiguo y, por el sonido de libros moviéndose que llegaba hasta la cocina, Edo pudo imaginarla buscando el diccionario. La imaginó también abriendo la puerta. No tuvo que imaginarla ya mientras se acercaba a él. Lina se sentó frente a su café y, después de un sorbo, abrió el libro donde su dedo índice estaba atrapado por cientos de páginas. Comenzó:
—"Se escriben dos rayas, una de apertura y otra de cierre, cuando las palabras del narrador interrumpen la intervención del personaje y esta continúa inmediatamente después...
"Cuando el comentario o aclaración del narrador va introducido por un verbo de habla (decir, añadir, asegurar, preguntar, exclamar, reponer, etc.), su intervención se inicia en minúscula, aunque venga precedida de un signo de puntuación que tenga valor de punto, como el signo de cierre de interrogación o de exclamación... Si la intervención del personaje continúa tras las palabras del narrador, el signo de puntuación que corresponda al enunciado interrumpido se debe colocar tras la raya que cierra el inciso del narrador.
"Cuando el comentario del narrador no se introduce con un verbo de habla, las palabras del personaje deben cerrarse con punto y el inciso del narrador debe iniciarse con mayúscula... Si tras el comentario del narrador continúa el parlamento del personaje, el punto que marca el fin del inciso narrativo se escribe tras la raya de cierre...
“Si el signo de puntuación que hay que poner tras el inciso del narrador son los dos puntos, estos se escriben también tras la raya de cierre:” (Diccionario panhispánico de dudas: http://lema.rae.es/dpd/?key=raya)
Los dos se quedaron mirando el libro abierto sobre la mesa. En silencio, por cinco segundos, miraron la página que Lina había estado leyendo hasta esos momentos. Lina finalmente cerró el libro, a pesar de que Edo tenía fija la mirada sobre este, lo tomó en su mano izquierda y se levantó. Con su mano libre tomó un sorbo de café y dejó de nuevo el pocillo sobre la mesa.
—Lávalo —ordenó—, corrige los diálogos y cuando acabes hablamos de otros errores que tienes por ahí.
Edo levantó la mirada y, sin decir nada, vio como ella salía de la habitación.