Los bloques de construcción de la novela

Los bloques de construcción de la novela

Los bloques de construcción de la novela

Lina también estaba sentada en su escritorio. Tenía unas hojas de papel frente a ella y un lapiz que giraba de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, antes de dibujar un cuadrado, luego un cubo y una palabra. Lina miraba los cubos que había creado: diálogos, descripciones, acciones, resúmenes. El lápiz fue de nuevo al papel para dibujar un círculo sobre aquel último cubo: resúmenes. Al terminar el círculo, el lápiz fue a la boca de Lina y permaneció allí por un buen rato.

¿Acaso los resúmenes no contienen descripciones y acciones y diálogos?, pensó Lina. Entonces no son bloques atómicos en si. Los resúmenes son como las escenas: ayudan a mover la historia. Son más como paredes que como ladrillos. Pero ella estaba buscando solo los ladrillos; en aquellos momentos solo quería los ladrillos. ¿Entonces solo eran esos tres? debería haber más, ¿pero cuales? Personajes y escenarios. El lápiz creo dos cubos más y en ellos apareció “personajes” y “escenarios”. Luego fue a girar de nuevo: de izquierda a derecha, de derecha a izquierda. Había algo diferente en aquellos dos últimos bloques si se les comparaba con los tres primeros. Un personaje puede ser descrito, puede ser parte de un diálogo, puede ejecutar acciones. Lo mismo un escenario: acciones pasan en ellos, diálogos pasan en ellos y también pueden ser descritos. ¿Entonces no son bloques? Si eran bloques. ¡Parecían bloques! Pero eran bloques diferentes. El lápiz trazó una linea para separar los cubos. En la parte superior izquierda estaban las acciones, descripciones y diálogos. En la parte inferior, más hacia la derecha, estaban los personajes y los escenarios. Había un cubo extra entre un círculo. Lina lo miró y le incomodó su presencia. Sus ojos buscaron el borrador encima del escritorio. No estaba allí. Lo encontró en el primer cajón. Borró el bloque que contenía “resúmenes” y lo volvió a dibujar en otra página, junto a otro cubo que dibujo y que marcó con la palabra “escenas”. Ahora todo va ordenándose. Pensemos. Tenemos dos clases de bloques: unos más cercanos a la escritura en sí: descripciones, acciones, diálogos; otros más cercanos a la vida en si: personajes y escenarios. Estos bloques se combinaban para crear bloques más grandes: escenas y resúmenes. Las escenas y resúmenes forman los capítulos, partes, volúmenes y en sí la totalidad de la obra. Lina sonrió, le gustó tener esa claridad.

¿Pero como usar esos bloques para planear su novela? Ya tenía una lista de escenas. Ya sabía como estructurar su novela, ya conocía sus personajes, ya tenía una idea clara de la historia. ¿Debería incluir aquellos bloques en su lista de escenas? Quizá era ir muy lejos. Era bueno saber que aquellos bloques existían, que estaban allí interactuando para crear las escenas y resúmenes. Era bueno practicarlos individualmente: escribir diálogos, escribir descripciones y acciones; ejercitarse escribiendo aquellos bloques atómicos. Pero tratar de añadirlos en el plan era demasiado y no veía ningún beneficio en ello.

Lina miró de nuevo los cubos. Debería crear ejercicios de escritura para estos, se dijo. Pero ya era prácticamente noviembre y estaría todo aquel mes escribiendo su novela. El lápiz volvió a la acción y escribió “Crear ejercicios” en un pequeño papel que Lina puso sobre las hojas, ocultado un poco uno de los cubos. Lina cambió de hojas, cogió unas que tenían palabras impresas. Leyó el título: Dos. Era su plan, era el plan de su novela, era su lista de escenas. Lina quería empezar a escribir, pero no comenzaría hoy. Empezaría el primero de noviembre, quizá junto a Edo quien se acercaba en esos momentos y le daba un beso en la corona de la cabeza antes de decirle que se iba a bañar.

La escritura de Dos

Primero de noviembre. Lina tenía la lista de escenas a la derecha del computador. Leyó la pequeña descripción de la primera escena y miró la pantalla blanca del computador. Cerró los ojos, pensó que solo debería escribir lo que llegara a su cabeza y comenzó a escribir. No tuvo problema en contar la historia, ya la conocía, y ya conocía a los personajes. Pero tuvo que hacer cierto esfuerzo para no detenerse a corregir los errores de ortografía y puntuación que a veces aparecían en la pantalla. Tenía aquel impulso de corregir los errores porque ese era su trabajo. Ella era una editora. Pero no lo hizo. Ese era su objetivo y solo escribió. Solo escribió y escribió hasta que Edo entró de nuevo al estudio con un pedazo de torta de queso y un café. Era buena hora de terminar y quería terminar el día junto a él. Se levantó de la silla y caminó hasta el sofá, allí se sentó junto a Edo y comieron juntos la torta de queso.

Décimo día de noviembre. Solo escribía, Lina solo escribía. Pero aquel día no muchas palabras salían de su mente. Contaba la historia que tenía que contar siguiendo siempre la lista de escenas. Conocía la historia y los personajes, pero simplemente no podía escribir. A veces pasa, pensó. Un día escribes mil palabras; otro día escribes diez. A veces pasa, pensó. Lo importante era seguir escribiendo.

Décimo quinto día de noviembre. Era la mitad del mes y Lina había escrito un poco más de la mitad de las escenas. Había escrito cerca de 20000 palabras. ¿Quizá le faltaba un poco de material para cumplir el reto? No importaba mucho, el borrador de su novela estaría escrito de todas maneras. Lina escribió y siguió escribiendo y no sintió cuando Edo salió del cuarto.

Vigésimo día de noviembre. ¿Qué debería hacer? La escena que está escribiendo en aquel instante parece que no tiene lugar en la novela. Lina está casi 100% segura que va a borrar aquella escena en la edición final de la novela. ¿Qué debería hacer entonces? ¿Cambiarla de una vez? ¿Escribirla? No debería pensar mucho en ello y debería seguir escribiendo, concluyó. Así que puso una nota al principio de la escena y siguió escribiendo.

Vigésimo quinto día de noviembre. Le faltaba tan solo un par de escenas pero Lina ya había escrito más de las 50000 palabras para terminar el reto de NaNoWriMo. Se sentía bien. Se sentía mejor porque el borrador estaba ya casi listo. Se lo mostraría a Edo tan pronto terminara. ¿Quizá en un par de días más?

Vigésimo octavo día de noviembre. Lina terminó el borrador de Dos.